Llegué
de la Universidad y empecé inmediatamente a preparar mis cosas, para mi viaje de más rato. Termine mucho antes
de lo planeado y como es eventual, sentí la necesidad de comer algo. Herví agua
para preparar mate, uno de los pocos hábitos que aún conservo de mi antigua
vida en el sur.
Mientras
“mateaba” comencé a notar con mayor intensidad el sonido de la lluvia, que
resonaba en la pequeña terraza de mi habitación. No pude evitar sentir una nostalgia a ese
sonido que es constante y característico de mi sur.
Me
asome a la terraza y contemple la lluvia. Matizaba con cierta gracia los
edificios y aunque la ciudad claramente seguía siendo la capital, me sentí
transportado por el aquel sonido de las gotas cayendo y chocando con todo a su
alrededor, por aquel olor a humedad y ese sensación de frió que produce cierto
temblor en los huesos.
Sentí
el calor del mate en mi mano y me esforcé por oler su aroma sumado al de la
humedad y el aire.
Fue
como volver al sur por un instante.
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