En
el sur al igual que en Argentina el acto de “matear” es una acción social. Para
mí, el mate, es un hábito que he conservado desde mi emigración a Santiago y
sin embargo debido mi condición de arrendatario independiente la parte de
“acción social queda omitida”.
Salí
a la calle con un mate con la hierba puesta y el agua hervida en un termo y lo
deje en un transitado paradero de Vicuña Mackenna. Esperando la ansiada
conversación típica del acto de “matear” pero la indiferencia de los
transeúntes fue evidente.
Por
esencia el ser humano es un ente social, pero que se ha esmerado en negar su
naturaleza sensitiva.
Nos
hemos esforzado por escapar de esa ruta que trazábamos en búsqueda de la sensibilidad
yéndonos por un camino yo caótico, motivado por placeres superfluos.
Santiago
es para mí una ciudad del desencuentro, la capital del nuevo centro del vacío
existencial. Que se deja guiar por el pseudo-raciocinio eludiendo la
sensibilidad y la afectividad que es característica del ser humano.
Edgar
Morin sostiene “La ciencia del hombre no
tiene fundamento” y en eso no discrepo, pues se sustenta en argumentos
razónales cuando la verdadera naturaleza
del hombre es que un ser emocional, cuyo real potencialidad del pensamiento va
más allá de lo entendible, la llamada paradoja de lo uno y lo múltiple, se
deja en evidencia en el hecho de que pensamos y sentimos.
Debemos
aceptar esa doble facultad, debemos pensar y sentir y apreciar nuestras
habilidades sensitivas, nuestra naturaleza estética.
Quizás
cuando eso pase, podre salir a las calles de la capital y compartir un mate con
desconocidos mientras esperamos la micro.
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