viernes, 11 de septiembre de 2015

Medio siglo cortando el pelo

Jorge Ramírez tenía 21 años cuando sus tíos lo convencieron de dedicarse al oficio de peluquería. Hoy tiene 76 años. Ha trabajado casi toda su vida en el mismo lugar, donde antiguos sillones albergan incontables anécdotas del aquel oficio que  ama y  considera, se ha desvalorado con el pasar de los años.
Son casi las 20.00 horas, a Jorge Ramírez aún le queda una persona por atender, quien espera paciente que su peluquero afine los detalles finales del cabello del cliente, para que venga su turno.
    

El hombre que espera, observa con detención la peluquería que conserva esa esencia y diseño de antigüedad; grandes sillones americanos, navajas de afeitar, correas afiladoras, lo envuelven en un espacio atemporal. Destacan también los muchos “gatitos de la suerte” con su característico movimiento de manos al unísono, contrario a lo que muchos creen, no es por suerte, es porque los niños disfrutan de mirarlos. Hay también una réplica en miniatura de un sillón peluquero, obsequio de un cliente recurrente. Pero lo más llamativo es probablemente el reloj cucú.

Jorge Ramírez corta el cabello con seguridad, tenía unos 21 años cuando decidió convertirse en peluquero y barbero, influenciado por sus tíos quienes le decían que este oficio era muy bueno. Fueron ellos quienes prepararon a Jorge, lo hicieron tan bien, que sólo tuvo que hacer un curso muy breve antes de sacar el “carnet profesional”. Hoy con 76 años sigue en el oficio que comenzó hace ya 54 años.

Cuando obtuvo su acreditación comenzó a trabajar inmediatamente en una pequeña peluquería ubicada en el centro de Santiago, pero al poco tiempo, surgió una mejor oferta en una peluquería ubicada en Providencia en Vicuña Mackenna, a metros de calle Santa Isabel. El dueño había fallecido en un accidente en motocicleta, y la familia asumió la administración del local. El sillón que ocupaba el fallecido, sería en el que trabajaría Jorge.

Pasaría mucho tiempo antes de que los dueños decidieran vender y Jorge la comprara. Pero los años y el arriendo le han obligado a reducir de cuatro sillones a sólo dos.

Cada día de la semana abre temprano. Su especialidad es el corte de varones, aunque con los años de experiencia afirma que podría cortarle el pelo a una mujer, pero nunca lo ha hecho. Él puede hacer desde un corte clásico hasta un corte más juvenil, ha debido aprender y modernizarse. Utilizando tijeras, navajas o máquinas eléctricas, Jorge se pasa dando forma al cabello de decenas de clientes que día a día llegan hasta su lugar de trabajo. También es experto en la barbería. El afeitado para él, es un arte complejo que ya no goza de la concurrencia de antes.

Cuenta que tiene una clientela fija a los que ha atendido por años. Abre a las 8.00 de la mañana cierra a las 20.00 horas, eso sí, si hay un cliente pasada esa hora lo atiende, como ocurre este día. Descansa cerca del mediodía donde se toma una hora para almorzar.

Le es difícil recordar la cantidad de personas que han pasado por esos sillones, empresarios, doctores, fanáticos del orden y limpieza que iban a desvellarse cada semana. Figuras referentes como el doctor Sótero del Río, quien fue Ministro de Chile, en varias ocasiones. Jorge cuenta con orgullo que ha sido el peluquero de cuatro generaciones de la misma familia.

Comenta que su trabajo consiste en ser preciso y con firmeza, sostiene que un buen peluquero es el que sabe hasta dónde y cuánto cortar, porque según sus palabras: “todo corte debe ser peinable”. Cuando se trata de un afeitado, debe saber usar la navaja con precisión para que el vello no crezca grueso y desagradable, en este servicio no se pueden cometer errores. Estas son las críticas que les hace a los actuales peluqueros, que no tienen estudios tan avezados como los que se necesitaban antes. Él ha preparado a varios a través de las décadas, pero terminan yéndose a lugares donde les pagan más. Sin embargo, hay uno que recuerda con cariño, está ejerciendo peluquería en Estados Unidos y según Jorge le va muy bien. Siempre que viene a Chile pasa a ver a su maestro.     
Cuando le preguntan si alguna vez se ha arrepentido de su oficio, esperando ver en su respuesta una afirmación producto de la exigencia y rutina de su trabajo, Jorge con un tono de voz tan seguro, que no refleja ni por un segundo duda, responde firmemente “No me arrepiento ni por un momento, esto me ha dado todo”.