miércoles, 30 de diciembre de 2015

Parquecito aquel.

Paralelo a calle General Bustamante, entre Avenida Rancagua y Francisco Bilbao, empieza el sector del Skatepark en el Parque Bustamante de la comuna de Providencia, donde se concentran jóvenes a todas horas, sin importar qué día de la semana sea. Los vecinos afirman que en la noche (pasada las 21.30 horas) hay mucho olor a marihuana, producto del consumo que ejercen los jóvenes que asisten a “patinar” en ese horario.
     Pese a lo anterior, el parque es un lugar tranquilo que concentra aglomeraciones familiares en todo horario, ya que posee vastas áreas verdes, las cuales son frecuentadas por los estudiantes principalmente en el horario de almuerzo o posterior a clase. Por las tardes es común encontrarse con vecinos del sector pertenecientes a la tercera edad, y a padres quienes llevan a sus hijos a recrearse en los juegos que se encuentran a metros del skatepark.
     En general, según afirman los residentes, el sector es tranquilo, pese a que la arquitectura antigua de los alrededores le da un aspecto lúgubre por la noche, es  usual ver parejas y gente del sector hasta altas horas de la noche, como es el caso de la pareja conformada por “Leo”, joven peruano residente de  Providencia y su pareja “Clau”, quienes disfrutan una vez por semana de cenar sushi sentados en una de las bancas del parque, mientras observan a los niños jugar. Otro caso es el de Don Juan, quien vive en un departamento a una cuadra del mismo; él casi todas las  noches, pasadas  las  23.00 horas, disfruta fumar un cigarro sentado en alguna de las bancas del parque, observa  a la gente trotar y se relaja unos minutos antes de volver a su domicilio. Don Juan afirma que el parque es un bonito lugar, para que los niños se recreen y personas como él puedan relajarse tras un día de trabajo, puesto que la multiplicidad de gente que asiste en todo horario hace que el parque sea una terapia de relajación más que efectiva.

     Sin embargo, el mayor temor de muchos concurrentes de la plaza, es que en la calle General Bustamante, a ciertas horas de la noche, empiezan a aparecer prostitutas quienes se pasean también  por el parque, y según “Clau”, miran con desprecio a quien se quede mucho rato en alguna esquina del parque donde ellas fuman y hablan “temas indecentes”.  

     Al caminar de regreso a mi hogar esa noche, pasé por las esquinas lo más rápido posible evitando el contacto visual.

viernes, 25 de diciembre de 2015

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Y con eso selle mi sentencia.
Oh, ate mi cuello a la cuerda.
Lo apreté usando mis rodillas.
Oh corazón, porque no me diste una oportunidad.

Me equivoque al ir a paso fugaz, pero cuanto calor sentía por ti,
Oh  risa, fue la ansia presurosa la que me llevo a ti en primer lugar
no lo niego, es mi culpa por hablar demás con los demás y
si mi castigo es pagar por el ansia, pagar por hablar, asumo con responsabilidad
es así el juego de la vida
pero por favor mírame al pasar
acaso no notas mi mirada suplicante buscando en ti el perdon
no rompiste mi corazón, rompiste una esperanza que se sello desde aquel beso que secundo el abrazo.
Dadas las condiciones de nuestro adiós, uno esperaría que te guarde rencor
aquellos que piensan así se equivocan, solo evoco a tu promesa

ser parte de mis historias
un brazo izquierdo, o una mano derecha
una compañera, libre, que vive la vida
y que evoca al karma mientras escuche rap y mire a los niños jugar
a veces las cosas son claras para uno
tu lo fuiste para mi

la risa fue de mentira

HOY LO REPITO -lo escuche por ahi de no se quien- POR QUE LO CREO:
"Hoy abrazo tu libertad para romper mis cadenas"

Amo tu libertad. No te guardo rencor

domingo, 20 de diciembre de 2015

Final del 1º Semestre


Han pasado varios meses y aún me siento forastero en tierra extraña.

Aunque el aire ya no duele tanto al entrar por mi garganta. Ya apenas necesito los lentes. 

Tengo amigos.

He vivido decepciones, pero también éxitos.

Aunque hay una pena que carcome en mi pecho. 

Un desafortunado sentimiento aprieta mi corazón. Me digo a mi mismo que ya pasara. No es una mentira, pero se que lo digo para hacerme sentir mejor. 

Es distinta, eso me gusto, pero mis vacíos mentales y la soledad me obligan a enfocar mis problemas en pasiones viscerales para así mantener mi mente ocupada y evitar pensar en mis tormentos.

Me fui de "la magia del sur" escapando. Humillado e insultado. Herido y solitario.

Cuando descubrí aquella horrible verdad que azoto mi vida, limité mi vida familiar en casi su totalidad, Estuve meses aislados pero todo ha mejorado con mis pares desde aquel entonces. Los meses han ayuda a aliviar las heridas.

Así que partí a esta aventura a la vida. El vivir solo, el enfrentarse en 4 paredes los fantasmas que me atormentaban, las realidades posibles que cargaba en los sueños, los miedos y fantasías locas que cargaba en mi mochila en aquellos viajes por las calles de la capital.

En un mes más partiré al sur. No se como sentirme al respecto. Tengo que visitar a mis abuelas, mi tíos, mis amigos.

Llevo 5 meses en la capital.

El día que me di cuenta que te quería

El día que me di cuenta que te quería fue igual al resto
        (un poco más suave, quizás)
Lo duro fueron los días que vinieron después
la soledad que provocaba tu ausencia
el desencanto de la vida
el gritó de mis vísceras que desplomaba los fragmentos oxidados de mi alma.
El día que me di cuenta que te quería algo murió en mi y no me di cuenta
empezó a caer una lagrima invisible de mi ojo izquierdo
lagrima que percibí mucho después.
El día que me di cuenta que te quería no fue nada especial
lo duro fueron los días posteriores
los días dantescos que amarraban y condenaban a que mi anima cayera a un abismo de tribulación.
Ensimismado
Esperando vivir.
Aquel día
El día que mi di cuenta de cual fue el día que te quería, fue el día que me dí cuenta que te quería.
Igual
Lo que vino después fue lo duro

domingo, 13 de diciembre de 2015

“Drástica” o “No te enamores de mi, enamórate de la vida”


I
El día se ve naranja. El aire está pesado y caliente. Santiago no hace deporte, pero su abuelo insiste en que salga a tomar aire y jugar con el resto de los niños. Eso último es difícil, Santiago no se lleva bien con niños de su edad, le  cuesta demasiado socializar.
Sólo observa.
Algunos niños juegan a la pelota, al momento llegan otros más grandes a quitarles el espacio del jardín. Los pequeños corren, sólo queda uno al que comienzan a molestar y empujar. Santiago  quiere  actuar,  quiere defenderlo, pero sabe que será inútil;  ya  pensó  en todos los escenarios posibles, en todos los finales alternativos, en las  repercusiones que tendría intervenir y ninguna era favorable para él. Por ello se queda observando.
Su abuelo que oía desde el patio de la casa lo que ocurría en el jardín, sale a reprender a los niños y a atender al pequeño que llora desconsolado.
Más tarde regaña a Santiago por no actuar.
“A veces no basta con pensar en las posibilidades pó, el fin es superior. Mira hijo, la felicidad está en el arriesgarse, en tener la iniciativa; no en las posibilidades, ni en la rutina. Sé que hoy no lo entiendes, pero algún día lo vas a comprender muy bien”.
Es evidente que Santiago no lo entienda… Tiene 10 años.
Él despierta de su sueño.


II
Todas las noches sueña despierto.  Tiene insomnio. Se acuesta rutinariamente a las 22 horas y se levanta a las  seis am sin importar que tan poco haya dormido.
El insomnio, hace que su cara asemeje el rostro de un muerto; unas ojeras grandes y  negras, un color pálido en su  piel, que contrasta el castaño claro de su cabello.
Se ducha con agua fría para despertar; su cabello es corto, pero tiene un largo flequillo que al mojarse cubre sus ojos, encorva su espalda y apoya su frente en la pared por breves minutos, pareciera que duerme, pero el frío le hace lanzar un alarido recordándole que está vivo.
Camina  hacia  su trabajo en la pequeña librería de la que él es dueño, su abuelo la financió cuando  cumplió los  18 años.
Al salir del trabajo, camina por el parque y observa las pequeñas casas antiguas de la provincia, todas construidas con madera y pintadas con brocha. Con escandalosas chimeneas que emiten una gran cantidad de humo que matiza el gris del cielo.
Por 4 años ha estado haciendo lo mismo. No dormir. Soñar despierto. Bañarse. Trabajar. Caminar. Intentar conciliar el sueño. No dormir. Soñar despierto. Bañarse. Trabajar. Caminar. Intentar dormir. No dormir. Soñar despierto. Bañarse. Y un día cuando estaba en el trabajo y todo era como siempre, recibió una llamada de teléfono.
III
En el tren, apoya su frente en la ventana. No escucha música. No lee. No duerme. Sólo observa, sólo piensa. Hace frío. Afuera está lloviendo, incluso puede verse el aire cada vez que suspira. Todo se ve azul dentro de ese bus.
Una niña aburrida por lo extenso del viaje, se levanta del asiento, que está al lado de su    madre y empieza a retroceder mirando las caras de los pasajeros. Él es el único que está sentado solo; compró dos pasajes para asegurarse que nadie interrumpa su forzada meditación. A la niña le llama la atención que fuera el único solo, incluso le da pena, lo ve mirando la ventana y piensa que al igual que ella, está aburrido, así que se sienta a su lado y le dice:
“Yo voy a vacacionar y ¿tú?”. Él no la escucha, ni siquiera la ve sentarse. Pero al cabo de unos segundos nota la pequeña variación del Co2 en su espacio personal –no está acostumbrado tener a otro humano cerca-, al verla no se enoja, es muy tranquilo para eso y en el fondo siempre le han gustado los niños. La ve y entiende enseguida que la niña espera una respuesta de la que él no sabe ni la pregunta.
-Disculpa, no te oí, ¿Qué decías?- Le dijo con el tono más paternalista que pudo sacar.
-¡Que si vas a vacacionar!- le dijo la niña exasperada concentrada en la bonita chaqueta de mezclilla que usa él, encima del ancho polerón gris que lo protege del frío. 
-Algo así, voy a ver a alguien, mmm, muy querido, y ¿tú vas sola?
-Mi mamá está durmiendo adelante y ¿la tuya?
-Ella… se fue al cielo con mi papá hace tiempo.
La niña guarda silencio y observa algo confusa al joven. Sus dos papás están vivos y los dos papás de sus amigos también lo están, y sus cuatro abuelos igual entonces no entiende eso, pero si entiende lo de irse al cielo, es lo que le dijo su mamá cuando murió su pececito.
-“Aunque siempre me están mirando, están junto a Dios ahora”.
-Y tu amigo ¿también te cuida?
-¿Mi amigo?, ¿Al que voy a ver? Si mucho, aunque hace tiempo no lo veo, es que a él gusta vivir en la capital, a mí no. No me gusta la capital, de verdad no quiero ir, pero es urgente. Hace rato me dijo que nos vayamos a vivir juntos pero---
-Me iré, le das saludos a tu amigo de mi parte.-Dijo la niña interrumpiendo, aburrida de la conversación, producto del hambre que impedía que se concentrara, sólo podía pensar en las galletas Toddy que su mamá tenía en la cartera.
-De tu parte- Le responde, antes de que se fuera, forzando una sonrisa que deja entrever toneladas de melancolía.
Cuando llega a la capital está lloviendo. Fue directo al cementerio. Camina sin prisa, total sabe que ya ha sido enterrado.
IV
No trae flores. No lleva parca, sólo el polerón gris y la chaqueta de mezclilla. Observa la tumba por casi dos horas.
En la noche vuelve a su provincia. Un viaje de 12 horas para visitar una tumba, sin siquiera llevar flores. Es recién mediodía; la impaciencia y el ansia lo invaden.
La vida en la Ciudad Mágica para los jóvenes de provincia es como el paraíso, sobre todo en las noches donde la bohemia se apodera del casco antiguo de la prodigiosa capital.
V
Alguna vez, cuando niño su abuelo le leyó un relato de Paul Auster, cuyo nombre de autor, de relato ni trama concibe recordar, pero si recuerda de memoria aquella descripción de la ciudad donde ocurrían los hechos del relato; que encajan también con La Ciudad Mágica, “un espacio inagotable, laberinto de interminables pasos, que siempre te dejaba la sensación de estar perdido. Perdido no sólo en la ciudad, sino también dentro de sí mismo”
El joven tenía muchos trámites que hacer. Pero no tenía ánimo. Su tren salía a las 23.30.
Son las 13.07. Piensa en que tal vez deba llamar al abogado de su abuelo para solucionar los trámites legales y empezar los asuntos de la posesión efectiva y bla bla bla. Pero el dolor se convierte en pereza. Se sienta en una banca a procrastinar y esperar que llegué la hora de regresar a su tranquila provincia y a su monótona y ordenada vida.
14.13. Siente la necesidad de vagar.
Comienza a caminar por las calles sin pensar en nada, guiado meramente por la inercia, recuerda más del relato que su memoria había olvidado. “Vagaba sin propósito, todos los lugares se volvían iguales y daba igual dónde estuviese”.
Su reloj marca las 17.36. Decide que debía comer algo.
Entra al café Quinn, que estaba justo en la equina de la calle Arenales, contiguo a la “Agencia de Detectives Auster” y a un pequeño local de remises.
VI
Se sienta en un pequeño salón vació del local, con mesas hexagonales de color rojo con patas color crema. Las sillas son de los mismos colores las paredes con un perfecto blanco.  Pide  medialunas con un té chai. Pasa una señorita con el pelo no muy largo, color castaño con un mechón rojizo, muy guapa, con unos ojos claros e inteligentes. Era muy –muy, muy- delgada, de estatura media que caminaba con cierta lentitud que refleja un dejo de sensualidad. Usa un abrigo negro, debajo una polera que permitía ver su delgado cuello y sus hombros, unos pantalones anchos color beige. Se acompaña de una cartera café en el brazo derecho,en el izquierdo sostiene un archivador rojo y varias carpetas apegadas a su pecho. Los espirales del archivador parecen enredarse con su mechón burdeo.
El joven mantiene la cabeza agachada, concentrado en su té chai y sus tribulaciones. No se percata de la presencia de la jovencita que camina por el frente de su mesa. Ella tampoco lo ve, pero le llama la atención los pantalones rojos del único usuario de aquel largo pasillo.
La joven pierde el equilibrio, mientras las hojas de las carpetas vuelan por los aires. El joven siente el ruido y la ve recogiendo sus papeles, sin percatarse de su armónico rostro.
Se acerca para ayudar sin mirarla, se agacha a recoger las hojas, ella levanta la cabeza y le dice: “no te preocupes”, sus miradas chocan. Los ojos de la chica son casi fieros por su fijeza. Ambos sonríen nerviosos por aquella incómoda situación.
“Me dicen Cote y ¿a ti?”-pronuncia implacablemente.
VII
Ella pide un café. Se sientan juntos en la mesa del joven. Ella no le cuenta nada de su vida, sólo pregunta. Él responde sufriendo con cada palabra por temor a decir algo que pueda incomodar, aburrir o incomodar a Cote y  ella terminé marchándose.
“¿Tú tomas?”- Pregunta Cote.
Y él cuenta una historia larga que aburre a la chica, está tan absorto ante tal anécdota que comienza con un “ya no lo hago más”; hace mucho que habla con nadie. Pero se da  cuenta  que  la  mirada  fija  de  la  joven  ya  no  le corresponde; y rápidamente en un impulso de ansiedad decide preguntarle a que se dedica.
Cote le cuenta su vida, tiene 19 años y desea ser una artista visual, ama lo gatos, el earl grey, el funk y el jazz. Amó los ojos melancólicos del joven y sintió asimismo en ellos un vacío tan grande que quiso comprenderlo.
A medida que la conversación fluye, ambos notaban las diferencias evidentes entre si. Él: metódico, organizado, riguroso, de vida monótona y estructurada. Cote, liberal, desorganizada, que vivía de momentos y aprovechaba el día tanto como podía, con tantos excesos como la confianza de dos extraños le permitía comentar. Es que La Ciudad Mágica tiene mucho para ofrecer a aquellos espíritus inquietos como ella.
Cuando llegan al punto en que el joven revela que era un turista accidental y que su tren a provincia parte en la noche, Cote decide que no puede dejarlo ir sin llevarlo a conocer La Ciudad Mágica desde su perspectiva. Entonces decide guiarlo en una suerte de tour.
El joven no puede negarse. Ella lo toma de la mano y no lo suelta en todo el trayecto.
VIII
Recorren las calles centrales de la capital. Comen helado sentados en un parque cercano al río. Hablan de música, de cine, de literatura. Ríen.
Dos  extraños, que por una suerte del  destino y  el  azar,  se encuentran compartiendo un viaje por el alma de la capital, mientras sus manos siguen firmemente apretadas.
Ninguno sabe que los motivaba a seguir acompañando al otro, pero aunque este tipo de imprudencia era común en Cote, ella se siente hipnotizada por aquellos ojos tristes.
Él por su parte no deja de pensar en ella, sus manos, su piel, su mirada, su seguro estilo drástico para vivir, era hipnótico.
Dicen que los opuestos se atraen. Él la quiere desde que vio,  su mirada, su rostro delicado y gestos hermosos. La verdad es que Cote no. Esta no es la historia de dos enamorados. Pero hay algo cierto, durante ese viaje no fueron dos personas, si no que fueron una fuerza unida, guiada por la alegría de vivir.



IX
Son las 10 pm y el sol recién muestra un pequeño atisbo de desaparecer en el atardecer, esa última hora de la tarde, la que tanto ansía la Ciudad Mágica.
Suben una escalera que permite  comunicar varios espacios situados a diferentes alturas. Sus escalones disponen de varios tramos, a simple vista fácil de acceder, pero los peldaños personales y mentales del joven a veces le dificultan el avanzar. Los árboles le dan una atmósfera silenciosa. Él se pregunta si realmente lo es, está seguro que eso es imposible en la Ciudad Mágica, la frialdad de la baranda lo estremece un poco, el color grisáceo lo hace triste, sólo  la claridad al final del camino lo anima a seguir. La luz final de la escalera, el puente mirador, desde el cual puede contemplarse con facilidad un paisaje espectacular que grafica la magnificencia de la Ciudad Mágica; ubicado en un parque cerca de una estación de subte. Un puente que  no se encuentra en buen estado. Las barandillas están llenas de candados sellados basados en la vieja tradición romántica de sellar el amor para siempre.  A él le produce un poco de risa esa muestra tan ingenua de cariño, pero por otra parte le intriga,  pues él nunca se ha enamorado. Cote sube con una seguridad y ganas las escaleras dejando en evidencia que ya ha hecho este recorrido antes.
No están solos, pero pareciera que el resto de parejas estuvieran estáticas en el tiempo. Los jóvenes se apoyan en la barandilla del puente. Sus manos por fin se sueltan. Estuvieron tomadas durante todo el transcurso del paseo. Él siente un breve calambre en la mano derecha, son tan blancas que se suelen enrojecer con el mínimo toque y ésta no es la excepción. Ambos sienten un calorcito extraño en sus manos por el prolongado tiempo en que estuvieron en contacto la una a la otra;  él no deja de pensar en que quiere volver a tomarla, pero ella se afirma con  ambas manos de la barandilla, -como queriendo parapetarse de algo, tal vez de la situación-, a la orilla del puente mirador en el que esperan la tan ansiada puesta de sol.
El joven sabe que el aire de la Ciudad Mágica, sin duda, no es para nada sano en comparación con el de su provincia, pero en este momento siente un extraño placer con cada respiro. El aire infla su pecho, cada vez que exhala parece arrojar un suspiro desgarrador. Y es que suspirar es un hábito que el ser humano utiliza en muchas situaciones. El siempre suspira cuando está frustrado, aburrido, disgustado, pero ahora inconscientemente lo está haciendo sólo por placer.
Los colores y las formas de los candados confunden al joven. Intenta imaginar el ritual de amor que se vive en ese lugar,  pero su vista se desenfoca cuando ve los enormes edificios en la proximidad, luces, autos, ruidos, gente apresurada, contrastándose con la solemnidad que quieren dar los enamorados a ese lugar. La brisa de los árboles son cómplices, soplando en silencio una hermosa melodía mientras realizan el ritual de jurar amor inquebrantable.
Su mirada se fija en la imagen panorámica de la Ciudad Mágica, que le ofrece el mirador. Un paisaje urbano cuya característica es su gran homogeneidad en cuanto a su extensión y una arquitectura en sus edificios que resulta inconfundible. El verde que acompaña lo hace más amigable, y es que sin duda la gran urbe también  tiene su encanto.
Cote también mira al frente, ninguno dice nada. A él le sorprende la cantidad de edificios y automóviles. Se imagina compartir el momento con su querido abuelo, y piensa en cuantas veces lo invitó a vivir con él.
Recuerda las lecturas nocturnas con él: -Mi abuelo me leía en las noches, amé la lectura, por eso me regaló dinero para tener mi propia librería, y sin embargo, no logro recordar de quien era, de que trataba el relato que contenía las siguientes líneas: “un espacio inagotable, un laberinto de interminables pasos, que siempre te dejaba la sensación de estar perdido. Perdido no sólo en la ciudad, sino también dentro de sí mismo”.
Así me siento en la Ciudad Mágica. Me desespera no saber de qué es.- dijo rompiendo el silencio con una mirada fija a la panorámica de la Ciudad Mágica. Con cada palabra sentía que desgarraba una parte de él.
Él se voltea. Aún después de compartir todo el día juntos piensa que sus reacciones, actitudes y forma de ser la van a espantar, pero ella sólo sonríe y mira el horizonte.
Cote siente el peso de la mirada de él y se gira para corresponderla. Lo mira fijamente un par de  segundos, que parecen eternos. Él quiere entender que pasa por su cabeza.
Un segundo eterno en el que él observa cada detalle de su rostro expresivo, de tez morena, ojos brillantes soñadores, vivaces, alegres, esperanzadores. Entonces recuerda sus manos sinceras y afectuosas.
Su belleza no es exuberante, más bien, es esa belleza que tienen las mujeres bonitas. De esas mujeres  en que se mezcla  belleza y fantasía.
Es delgada, tan delgada es que es muy justificado que le digan “flaca” y ese mechón rojizo: una  nueva tendencia en pleno auge que crea un nuevo look.
Él piensa que como ella tiene el color de pelo castaño medio a oscuro, le recomendaron un mechón  rojizo  para que genere el efecto que dan las iluminaciones normalmente, pero que no son rojas sino burdeo.
Ella interrumpe sus pensamientos al decir con un tono implacable: “sé a cuál te refieres, prometo decírtelo… la próxima vez que nos veamos”.
“La próxima vez que nos veamos”. La frase repercute con tanta fuerza en su cabeza que no puede evitar ruborizarse. Gira rápidamente para volver a mirar la panorámica.
Reúne valor y pronuncia “Ya es hora que me vaya”  con un tono de evidente  tristeza.
-Lo sé, te acompañaría a la estación, pero la verdad no me gustan las despedidas.- Responde la chica, sin mirarlo a los ojos, con la vista al frente esperando el tan ansiado atardecer.
-Creo… que a mí tampoco. ¿De verdad crees que nos volveremos a ver?
-Eso depende de tí, a tí no te gusta este lugar.- Le dice con un tono seco.
Él se queda pensando como rebatirle, pero no hay forma, así que dice lo primero que se le viene a la cabeza: “gracias por salir conmigo, ¿de la escala del 1 al 10, que tan desagradable fue?”
-Mhm un 8.- Dice ella con claro tono de broma.
-Jajajaja woah, bueno, un 8 no es tan malo para mi.- Ríe el joven brevemente, pero en esos pocos “jaja” hay una sinceridad tan grande que Cote jamás va a entender. El está feliz.
-Es broma tonto, lo pase genial, sólo que siento que tú no.
-Eso no es cierto, créeme que hace mucho no la pasaba tan bien.
-No es eso, es que estás pensando demasiado las cosas, tienes que vivirlas, sentirlas, debes intentar ser un poco más drástico.
-¿Más drástico?
-Sí, mira todos esos autos que pasan- dice señalando las largas filas de automóviles que se forman a esa hora en las calles de la capital y que pueden observarse desde el mirador- cada uno tiene una historia en particular, mira a quienes conducen, tienen una vida, una rutina, piensa todo lo que hay detrás de ellos, una familia, una mascota, un amor ¿Qué crees que nos motiva a actuar?
Lo único que él dice: “No puedo saberlo, depende.”
-No, no depende de nada. Es la naturaleza humana ser feliz, no somos felices cuando nos guiamos más por lo que creemos, que es lo más racional, por sobre lo que dicta nuestro corazón. No pienses tanto,  vive. Te falta enamorarte de la vida. Cuando lo logres serás feliz y cuando debas elegir que hacer, qué decisión tomar, cuando tengas que actuar en base a una motivación, verás que lo que te dicta tu corazón será muchas veces lo más drástico, pero será lo correcto.
El atardecer en la ciudad llega, las nubes toman su color rojizo, el sol comienza a esconderse, porque por hoy ya ha cumplido su trabajo, es tiempo del ocaso del día. El instante en  el que el sol da su cálido adiós, exhausto pero satisfecho, dando paso a la luna, enérgica, con energías renovadas, dispuesta a iluminar nuestras noches. Y en ese paso de testigo, el cielo les regala una feria de colores, amarillos, rojos, naranjas, grises, entonces  las nubes pierden su timidez, mostrándose ardientes y confiadas. Pero cuando termina hay silencio seco, ella parte. No dice adiós, él tampoco. Ambos saben que esto debe pasar. Tan mágico, como cuando comenzó.
Cote suelta una carcajada por la reflexión de la luz naranja en la cara de él. Su palidez una pérdida anormal del color de su  piel, probablemente  la padece desde niño pero nunca se ha preguntado por qué quizás es el resultado de una disminución del riego sanguíneo   o  una reducción de la cantidad de sus glóbulos rojos…. Lo único que sabe es que sus labios, lengua,  palmas de las manos,  interior de su boca, incluso el revestimiento de sus  ojos, no son como el común de la gente.
Es el instante en que se retorna a casa, las calles se llenan de autos que acelerados tratan de llegar a destino, como si quisieran seguir al sol. Al  fondo los edificios mudos testigos de tantas historias que reflejan el paisaje, ese paisaje urbano.
Santiago baja la escalera por la derecha para ir al subte y así tomar su tren. Cote por la izquierda para quien sabe ir donde.

XI
Vuelve a la rutina, nada parece haber cambiado en Santiago. Han pasado seis días y ese sexto día durante la ducha, llora, apoya sus brazos y los azota contra la pared. Cierra la librería. La pena lo invada. En la cama era un mar de lágrimas y sin embargo esa noche en que el llanto cortó su rutina, logró dormir.
XII
Al día siguiente arma su mochila de viaje y una maleta. Compra un pasaje a la capital. No entiende lo hace hasta que se sube al tren. Fue una decisión tan drástica.
Epílogo.
Camina por la plaza central esperando encontrarla en el centro, la calle mayor. Aunque sabe que eso no pasara, la idea lo consuela.
Se baja del tren, llueve torrencialmente, no toma taxi. Camina con su mochila de viajero dirigiéndose al centro de la ciudad.
Se sienta en la pileta de la plaza a esperarla. Es feliz.
Se  acuerda  de  la última estrofa de aquel texto que aún no puede recordar y recita  bajo  la lluvia: “Llovía   de nuevo y veía mi aliento en el aire delante de mí, saliendo de mi boca en pequeñas ráfagas de niebla.” Luego pensó si realmente Cote sabía a qué libro se refería o solo era un flirteo.
El aguacero no cesa.
Su flequillo cubre sus ojos.
Es feliz.





FIN.

QUIEN DIRÍA QUE SON 100

EL HOMBRE PRACTICO QUE NO RECONOCE FILOSOFÍA.
ESCRIBE AL ÁRBOL,  AL CANTO DE UN PÁJARO,  AL SUSURRO DEL VIENTO…
HOMBRE NUEVO, HAMBRE NUEVA
REVOLUCIÓN DE UN TIEMPO QUE AVANZA O QUE DA VUELTAS
PERDONAR LA FRANQUEZA
SOÑADOR INSEGURO, ALGO VAGO
…. IMAGINARIO….
CON VOCACIÓN DE HORMIGA
QUE EN LAS NOCHES DE LUNA IMAGINARIA
ESCRIBE A LA SIN RAZÓN IMAGINARIA

¿TE PREGUNTO DE DONDE ERES Y QUIEN ERES?
OH SOMBRA IMAGINARIA …  ABSTRACTA PARA TODOS,
TUS LETRAS ESPANTAN, DESESPERAN, REVOLUCIONAN, ENAMORAN.

¿QUÉ HACER, QUE ORDENAR, QUE ATENDER?
POR UNA POESÍA DEL CREPUSCULO,
POR UNA POESIA DE LA NOCHE.

TU RESGUARDAS LAS LETRAS Y EL SABER
POETA DE AGUAS CRISTALINAS, DE SEMILLAS FLORECIENTES,
CABEZA FRIA, CORAZON CALIENTE,
TE REGALO LA LUNA….
(NADA DE PUÑALADAS POR LA ESPALDA)

EN FIN….
LA LENGUA ATRAGANTA MIS DUDAS,
LOS CUERPOS SIN DESMAYOS ME MUERDEN EL CORAZÓN….
Y ENTRE SELVAS DE REBELIÓN TE BUSCO….
(CON GAFAS NEGRAS PARA MANEJAR)

POETA, ANTIPOETA…. AMIGO, HERMANO,
SOSTENIENDO ESTOY TU VOZ SIN ENTENDERTE AUN,
EL PEQUEÑO BURGUÉS NO REACCIONA
NADA MÁS…

LAS LETRAS ATRAVIESAN MI  POESIA
                   ……
LA POESÍA DE LA NATURALEZA
CONTRA LA POESIA DEL SALON
LA POESIA DE LA PLAZA PÚBLICA
CONTRA LA POESIA DE PROTESTA SOCIAL
              ……………

NADA MAS COMPAÑEROS
PORQUE LOS POETAS HAN BAJADO DEL OLIMPO……..