miércoles, 6 de julio de 2016

El puente de los candados; La noche de los sellos.

 Mi contradictoria ansiedad por relajarme me guía a un sin rumbo, subo por una escalera que permite comunicar espacios a diferentes alturas.
Los árboles conjugan una atmósfera silenciosa. Me pregunto si realmente lo es, estoy seguro que es imposible en la capital, la fría baranda me estremece, el color grisáceo me hace sentir triste, sólo  la claridad al final del camino me anima a caminar.
Es notable, además, que una estética, que siempre insiste en la sensación subjetiva como fundamento de toda belleza, nunca haya analizado seriamente esa sensación. (T. Adorno, 38).
La belleza es guía, es nuestro supuesto canon, esa sensación placentera de alcanzar la luz al final del túnel, en este caso de la escalera, pues al final está el puente mirador, desde el cual puede contemplarse con facilidad un paisaje, cuyos colores y formas me transforman. Las barandillas llenas de candados sellados, basados en la vieja tradición romántica, “sellar el amor para siempre”.
Intento imaginar el ritual que se vive aquí, pero mi vista se desenfoca, observo los enormes edificios, luces, autos, ruidos, gente apresurada, contrastándose con la solemnidad que quieren dar los enamorados a ese lugar. La brisa de los árboles son cómplices, soplando en silencio una hermosa melodía mientras se realiza el  ritual de jurar amor inquebrantable.
En ese momento no lo entiendo. Pero Adorno me da un poco más de claridad; los candados y los grafitis de promesas de amor combinados en las barandillas del puente representan un fenómeno artístico de creación colectiva, una manifestación pura del arte conformada inconscientemente por cientos de parejas, que evidencia la naturaleza incomprensible de arte y lo subjetivo de ésta.
“No se admite la humillante diferencia entre el arte y la vida, que ellos quieren vivir y en la que no quieren ser molestados porque de lo contrario no soportarían el asco” (T. Adorno, 46)
Vivimos tratando de establecer parámetros a la hora de definir lo indefinible, limitar el arte cuando es imposible comprender cuales son los límites que definen su concepción. Es imposible crear una separación entre la vida misma y las manifestaciones artísticas.
El arte es la antítesis social de la sociedad y no se puede deducir de ella inmediatamente. La constitución de su ámbito se corresponde con el constituido en el interior de los hombres como el espacio de su representación: participa de antemano en la sublimación. Por ello es plausible determinar qué es el arte mediante una teoría de la vida anímica. (T.Dorno 30)
Y en el momento justo donde por la autonomía nace de la tragedia y desesperación, pero también de amor puro, de gestos pequeños, de tener esa increíble capacidad de transformarse en una nueva realidad, donde el puente es un arca de esperanza, un vínculo de códigos indescifrables para aquellos que con soberbia buscan entender algo que debe ser interpretado con algo más que el mero raciocinio. Algo como los sentidos y el corazón.

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